En este artículo se argumenta cómo la agrobiodiversidad es la base de la amplia variedad de las frutas y hortalizas presentes en los diversos patrones alimentarios de la población mundial, e indaga en cómo mantener ese consumo y mejorarlo para las generaciones futuras. Solo en Europa, el 4,4% de la carga global de enfermedad en la región podría atribuirse a la baja ingesta de frutas y hortalizas.
Los patrones de consumo actuales han modificado la producción de frutas y hortalizas, reduciendo la biodiversidad de las especies, y con ello, el acervo cultural ligado a la agricultura, ajustando la producción a las preferencias de consumo poniendo en riesgo la disponibilidad actual y futura de un amplia variedad de frutas y hortalizas. Un ejemplo significativo es que el 39% de las 883 especies de frutas y hortalizas silvestres evaluadas a nivel mundial requiere conservación urgente porque están mal o no conservadas en bancos de germoplasma o en áreas protegidas; otro 58% tendrían una prioridad media para su conservación y solo el 3% estaría suficientemente protegido.
La agrobiodiversidad y la nutrición están vinculadas a través de la disponibilidad, el acceso, la conservación y el consumo de alimentos, y en esta línea argumental, los autores exploran la literatura científica de los últimos 15 años para identificar las oportunidades y los retos de ampliar la diversidad de frutas y hortalizas accesibles a la vez que señalan las lagunas de conocimiento para conseguir sistemas alimentarios más saludables, sostenibles y justos.
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