Decidir qué comer o beber no siempre depende de nosotros, sino que es el entorno en el que vivimos, el que facilita o dificulta tomar una determinada decisión. . Querer alimentarse de forma saludable y responsable con el medioambiente, termina siendo en muchos casos, un reto que una gran mayoría, no superamos. La dieta actual se caracteriza por ser poco saludable, rica en grasas saturadas, azúcares libres y sal, y con un alto coste medioambiental en términos de recursos naturales, biodiversidad e impacto en el clima.
Tener un acceso fácil a los sitios de comida rápida, se asociaría positivamente con la obesidad, mientras que, el acceso fácil a zonas verdes ejercería el efecto contrario. Esa es una de las conclusiones del equipo de Milona EK, et al., 2019 tras evaluar la influencia del entorno en el peso corporal de más de 20.000 personas. Aunque no se puede establecer una relación causal, los autores concluyeron que, entre las políticas de promoción de la salud, también debe considerarse la facilidad de acceso a zonas verdes, así como a sitios donde sirvan alimentos saludables, en detrimento de los que ofrecen comida rápida poco saludable.
Además, la variedad y diversidad de las frutas y verduras disponibles en el hogar y lugar de compra, condicionaría su consumo diario. Esta es una de las conclusiones de un estudio de intervención comunitaria aleatorizado conducido por el grupo de Mendoça R.D., et al., 2019, en la que evaluaron el consumo de frutas y verduras en profesionales sanitarios de Brasil, así como su diversidad (tipo) y variedad, en los lugares en los que las adquirían. Los resultados indicaron que las personas que contaban con mayor conocimiento de las frutas y verduras, disponían de más cantidad en el hogar. En los lugares de compra, al aumentar la variedad de frutas y verduras, se correspondería como una tendencia a diversificar el consumo. Así, la recomendación de los autores fue que además de promover el consumo de una cantidad determinada de frutas y verduras, debe contextualizarse en la cultura alimentaria, potenciar las habilidades culinarias y la diversidad en la elección de alimentos.
Por su parte, Nicolaidis S., et al., 2019 estudiaron el efecto del entorno alimentario y su impacto sobre la obesidad, prestando especial atención al efecto que ejercen las pantallas, es decir, la televisión, tabletas, etc. Así, las personas que pasan más de 3 horas frente al televisor, duplicaría la probabilidad de tener exceso de peso y de “picotear” entre horas alimentos y bebidas poco saludables. Entre los posibles mecanismos de acción, destacan la selección de la microbiota, similar en las personas convivientes, y que podría asociarse a la producción de moduladores metabólicos responsables de la regulación del eje hambre-saciedad, induciendo a una mayor ingesta.
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