Como ya hemos comentado en boletines previos, decidir qué comer o beber no siempre depende de nosotros, sino que es el entorno el que facilita o dificulta el que toma esa decisión.
La publicidad de alimentos y bebidas dirigido a niños y jóvenes, es un claro ejemplo de cómo el uso de líderes de opinión, influencers, y canales de internet y redes sociales, son ampliamente explotados para crear entornos alimentarios poco saludables. Esto hace que ahora más que nunca, la regulación normativa de la publicidad dirigida a esta población, sea clave en las políticas de salud pública que persiguen reducir las tasas de obesidad infantil y juvenil.
Sin embargo, estas mismas técnicas pueden también emplearse para causar el efecto contrario, por ejemplo, en la promoción del consumo de frutas y verduras. Un marco que teóricamente podría aplicarse contemplaría aumentar la exposición para crear deseo, reforzar las conductas saludables para normalizar el consumo de frutas y verduras, todo ello considerando otros aspectos clave como la influencia de la familia, el nivel socioeconómico, etc.
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